SOBRE EL "DESCUBRIMIENTO" DE AMÉRICA
Y LA EXPLOTACIÓN INSOSTENIBLE DE NUESTROS RECURSOS
NATURALES
Por: Ludwig H.
Cárdenas Silva
Hace unos días, el 12 del
presente mes, se cumplieron 521 años de la llegada de Cristobal Colón a la isla
Guanahaní, bautizada luego como San Salvador.
Antes
del mal llamado descubrimiento de nuestro continente, quienes habitaban en esta
parte del planeta, donde ahora se encuentran los “países en desarrollo” o del “tercer
mundo”, fueron absolutamente autosuficientes. Aunque bien podría afirmarse que más que autosuficientes fueron
ricos, pues vivieron en la abundancia de la naturaleza y en armonía con ella.
Tenían sus tradiciones y valores sociales. Y esto no significa que sus
sistemas de vida no fueran perfectibles o que estuvieran estancados.
Nuestras antiguas poblaciones no tenían ni idea de lo que es propiedad privada. Vivían en una sociedad donde la solidaridad y el
respeto por la Madre Tierra eran la esencia de su propia existencia. Muchos de
estos pueblos tenían conocimientos científicos tal vez más avanzados que los
conquistadores, pero no tenían armas de fuego.
El 12 de octubre de 1492, a
bordo de 3 naves, el capitalismo descubrió América.
A partir de ese momento, en nombre de la cruz y con la fuerza de la espada,
muchas cosas comenzaron a cambiar en estas tierras de la armonía y la abundancia.
Las riquezas naturales, fueron
y son para nuestra América,
un gran tesoro y, como todo tesoro, han sido convertidas por el capitalismo en
una maldición para sus poseedores.
De la misma forma que los
pueblos de Medio Oriente han sufrido por sus mares subterráneos de oro negro, nuestra América, actualmente, lo hace por su diversidad biológica y su agua.
Gran parte de nuestra tierra y
sus recursos son utilizados por compañías multinacionales para su propio
beneficio a costa de la destrucción de los ecosistemas, en una magnitud que no
solo está afectando nuestro continente, sino que está poniendo en riesgo la
supervivencia de todo ser vivo sobre el planeta.
Latinoamérica cuenta con las reservas de agua potable más
grandes que quedan en el mundo, pero éstas ya están siendo saqueadas al
utilizarlas de modo insostenible para los monocultivos de arroz, soya y maíz o
los monocultivos de pino y eucalipto con que reemplazan a los bosques nativos;
a los que han sometido a deforestaciones de proporciones descomunales. Y el
agua que no se llevan con el arroz, la soya, el maíz, la madera o con la pulpa
de los árboles, la contaminan con los agrotóxicos que usan para los cultivos
transgénicos y las industrias extractivas, con el uso de cianuro y otros productos
igualmente contaminantes.
También el Banco Mundial
"recomienda" a los países en desarrollo, la privatización, a través
de concesiones a empresas extranjeras, de las reservas existentes de agua, con
el fin de adueñarse de este recurso que será en poco tiempo tan valioso como el
oro o el petróleo.
Es momento oportuno para replantearnos, desde
las raíces, el modelo de desarrollo que nos han impuesto hasta ahora y que nos
ha conducido a esta crisis ambiental, económica y social que estamos viviendo.
Niños desnutridos en países en
los que la producción de alimentos excede largamente la necesaria para
alimentar a todos sus habitantes. Miles de especies animales y vegetales
extintas o al borde de la extinción. La mayor desigualdad social y la peor
distribución de la riqueza de nuestra historia y la perspectiva de que día a
día todo empeorará, nos convencen cada día de la necesidad de un cambio profundo
que abarque todas las facetas: Política, social, económica y ambiental.
Una reforma es impostergable,
así como una redistribución de la riqueza que acerque los extremos cada vez más
distantes entre ricos y pobres.
Este cambio es tan posible
como imperioso y nuestra América tiene las características y el potencial necesarios para ser el lugar desde
donde se irradie hacia el resto del planeta.
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