Por: Ludwig H. Cárdenas Silva
¡AGUA SÍ, DEFORESTACIÓN NO!
18/12/2011
¡Viva la justa lucha de los cajamarquinos!, ¡Viva la lucha por el agua y la vida!, ¡Agua sí, oro no! Son los slogans más emblemáticos que emplean los cajamarquinos en su justa lucha contra la actividad minera irresponsable, que por muchos años se ha venido desarrollando en dicho departamento y en otros más de nuestro maltratado e incomprendido país.
Mientras en Cajamarca los campesinos y sus autoridades luchan por hacer prevalecer su derecho a conservar sus fuentes de agua y ecosistemas, en el departamento de San Martín, las autoridades y gran parte de la población aún permanecen indiferentes ante la deforestación incontrolable que se viene produciendo. En San Martín no son las transnacionales mineras que amenazan con dejarnos sin agua, sino que, paradójicamente, son los agricultores migrantes, oriundos, mayormente, de la sierra norte del país, que día a día se posesionan de grandes extensiones de bosques para convertirlas en eventuales “zonas de producción“. Naturalmente, este hecho se da sin criterio técnico, toda vez que ante la falta de terrenos disponibles en el valle, estos agricultores se están ubicando en áreas naturales protegidas y hasta en las mismas cabeceras de ríos y quebradas, que son fuentes de abastecimiento de agua a poblaciones y tierras de cultivo de las partes bajas, donde se ubican la mayoría de ciudades.
A diferencia de lo que ocurre en Cajamarca, en nuestra región, esta situación irregular y lamentable se viene dando desde la apertura de la Carretera Marginal de la Selva, hace más de tres décadas, sin que ninguna autoridad tenga la voluntad política para tratar esta situación con claridad, responsabilidad y contundencia. Las autoridades y funcionarios sanmartinenses siguen mirando con indiferencia y pasividad como se incrementa la deforestación, y con ello, también, la temperatura y el desabastecimiento de agua.
San Martín, probablemente, es el primer departamento en tener sus instrumentos de gestión ambiental elaborados; pero también es el número uno en desconocerlos. No en vano figuramos entre los primeros en deforestación a nivel nacional. La Zonificación Ecológica-Económica y el Plan Forestal Regional son sólo un saludo a la bandera. Se espera que el Plan de Ordenamiento Territorial del Alto Mayo, en proceso de validación, no tenga el mismo destino.
Muchas autoridades, con el cuento de poseer un elevado sentido social, más bien confabulan para que los invasores de nuestras áreas naturales protegidas sigan afincándose y disfrutando la “atención” del Estado, ya sea con trochas carrozables, puentes, escuelas y postas médicas; cuando en realidad lo que deberían hacer es poner en práctica las normas ambientales y los diversos planes e instrumentos de gestión ambiental que ellos mismos elaboraron. Pero, ¿qué se puede esperar de autoridades que en época de campaña política ofrecieron el oro y el moro incluso a los invasores? Para estos politiqueros lo que más interesa son los votos, no importa si para ello tengan que endosar nuestros bosques de protección.
El problema de la deforestación y de la consecuente disminución del caudal de nuestras fuentes de agua no tiene que ser tratado únicamente desde un enfoque interno; debería contemplarse, también, desde un ángulo externo; toda vez que este problema tiene sus raíces en la situación precaria en que viven los agricultores y ganaderos de la sierra norte (principalmente en Cajamarca y Amazonas), quienes al no contar con la debida atención de sus autoridades se ven obligados a migrar a otras regiones en busca de mejores oportunidades, y qué mejor que venir a San Martin, tierra de nadie, donde los terrenos cuestan muy poco o a veces nada; pues, el migrante al notar la limitada presencia del Estado, se posesiona de tierras donde mejor le parece. En medio de éstos, se encuentran camuflados los traficantes de madera y de tierra, que siguen deforestando grandes extensiones de bosque para luego ofertarlo, sin ningún reparo, en nuestra Sierra norte.
Tanto la Zonificación Ecológica-Económica, elaborada hace algunos años, como el Plan de Ordenamiento Territorial del Alto Mayo, no tendrán el efecto que se espera si es que sigue persistiendo la indiferencia y apatía de nuestros gobernantes; mucho más si se pretende desarrollarlos con un enfoque localista. Es momento oportuno de considerar que la crisis ambiental de San Martín sólo podrá superarse si es que se la afronta coordinadamente con otros departamentos (Cajamarca y Amazonas, principalmente). Tienen que manejarse estrategias conjuntas para que los agricultores de dichas zonas no se vean en la necesidad de migrar a la Selva.
Sin ánimos discriminatorios, es oportuno afirmar que San Martin no tiene porqué pagar los platos rotos de lo que ocurre en otras regiones. La manera como la mayoría de agricultores migrantes vienen desarrollando sus actividades en nuestro departamento no solo está poniendo en riesgo el derecho a vivir en un ambiente saludable y equilibrado, sino que puede llevarnos a una situación tal que en pocos años estaríamos imposibilitados de continuar avanzando en nuestro desarrollo socio - económico.
Sobre la situación de los migrantes, existen muchos argumentos que manejan absurdamente ciertas autoridades regionales y municipales sanmartinenses, el principal es aducir que “toda persona tiene derecho a trabajar y a ganarse la vida”. Con este argumento están optando por lo más fácil; pues, les resulta más cómodo hacerse la vista gorda a tener que afrontar la problemática con seriedad y responsabilidad.
Sugerir que se tiene que poner orden en nuestro departamento no implica ser egoístas o mezquinos, sino que simplemente se tiene que hacer cumplir ciertas reglas y normas para garantizar nuestro desarrollo sostenible. Nadie niega el derecho a trabajar de los agricultores y ganaderos, que en su mayoría vienen de la sierra; pero ellos deben entender que existen ciertas zonas que deben permanecer intangibles, que no deben intervenirse, principalmente las cabeceras de microcuencas y las áreas naturales protegidas. Es en este aspecto donde están fallando nuestras autoridades y funcionarios, que por negligencia, apatía o incapacidad no están cumpliendo sus funciones como debería ser.
En el caso del Alto Mayo la mayor parte de agricultores desarrollan sus actividades en el valle, y dependen del agua que nace en las montañas, es decir, en las partes altas donde se ubican nuestras áreas naturales protegidas. No podemos dejar que en aras de un desarrollo mal entendido sigamos permitiendo la ocupación desordenada de nuestro territorio; no podemos seguir consintiendo que grandes extensiones de bosques protegidos sigan depredándose con el argumento absurdo que “no se puede negar a nadie la posibilidad de contar con un trabajo digno”. A ese paso los que tendremos que migrar más adelante en busca de una vida digna, por falta de agua, seremos nosotros; los que vivimos en los pueblos y ciudades legalmente establecidos.
Por todo lo mencionado, es momento oportuno para que los sanmartinenses digamos unánimemente: ¡Agua sí, deforestación no!